Viernes 15 de noviembre, primer Poetry Slam Cafebrería ad Hoc
Si un alfiler es la medida que permite saber si un aforo está completo o no, aquí, en Cafebrería, demandamos desde ya al acervo cultural que dé con un objeto más pequeño, pues el local estuvo a punto de reventar y el alfiler se nos quedó demasiado grande en nuestro primer Poetry Slam.
Optemos por ir avanzando apoyados en la crónica como formato, siguiendo en fila, bien ordenados, al dios que procura el nombre a este género, desde el principio hasta el final. Porque no queremos que todos los que no asistieron pierdan detalle y porque la noche y los poetas merecen la precaución del “pasito a pasito, suave suavecito”.
Todo empezó con Yanito. ¡Ay, Yanito! ¡Qué maestro de ceremonias! ¡Descarga de neurotransmisores nada más respirar sobre nuestro micro! De los buenos. Leonard Cohen sirvió de anclaje a su presentación, haciendo un recorrido por todos aquellos elementos que han de caracterizar un buen Poetry Slam, una oda sentida a la pasión por el rimar. A partir de ahí, logística para novatos. ¿Que cómo se organiza un slam? Escuchemos, que de eso va el poetry.
Primera ronda: el maestro de ceremonias lanzó cinco pelotas al público e invistió como jurado a aquellos que las cogieron al vuelo. Así de fácil. Desde entonces portaron una pizarra y evaluaron los poemas de cada candidato del 1 al 10. Y como puede ser que la fortuna acompañe a uno de los poetas y la pelota caiga en manos de algún familiar o amigo, para evitar esa corrupción que nace del cariño o quién sabe de qué otro lugar, se eliminaron de la suma las puntaciones más alta y más baja, y se sumaron las tres restantes. “¿Con decimales?”, preguntó Yanito a Andrea, la que llevaba las cuentas. “¡Con decimales!”, respondió enfática. Pues a ello.
Pero, ¡un momento!, se nos olvida comentar un pilar fundamental del Poetry Slam: los participantes tienen tres minutos para recitar a riesgo de ser penalizados si se sobrepasan. Así que, un elemento más de tensión: estar pendientes del pálpito del cronómetro. El tiempo importa y mucho.
Ahora sí, procedamos:
Metro de Madrid informa…
Sabemos que el orden de factores no altera el producto, pero por si acaso, los nombres de todos los poetas se metieron en el mismo saco y una mano inocente sacó la que sería la primera de las intervenciones: Lidia Hurtado. La poetisa (qué bella palabra), que ha publicado su primer libro con la editorial Torremozas, nos regaló un testimonio profundo de su poemario. “Blanco Negropájaro” sobrevoló Cafebrería ad Hoc con discreción, quizá para que sus anhelos pasaran inadvertidos, pues el poema es potente y sobrecoge cuando pisa tierra, sobre el papel.
Le siguió Boadicea, relatando la historia de dos vecinas con celda contigua en su bloque de viviendas. Separadas por una pared fina que revela todo lo que el mundo interior contiene, se limitan a intercambiar un sencillo y frío “Hola” en cada encuentro en el portal.
La siguiente poetisa anunció su llegada bien alto, en modo estéreo, sirviéndose de un traqueteo muy familiar para los madrileños: “Metro de Madrid informa…”.
Alejandra Martínez de Miguel, la joven que ha conseguido que la poesía se haga viral en las redes y que, incluso, llegue a la tele (sí, sí… a la caja tonta), resucitó uno de los poemas de su libro “Báilatelo sola” . Nos comentó: “El metro de Madrid llora romances y no sabe por qué”, y después de la ovación y de los pelos de punta que a más de uno se le quedaron (desde nuestro tablao no perdemos detalle) ya terminamos por comprender.
Del saco salió también Silvia Nieva, bellísimo poema, y Anita Wonham que adelantó antes de poner voz a su poema que esperaba “subir la temperatura” en la sala. Voz sensual, tranquila, desnudando poco a poco esos versos que tenían como término seducir y enamorar al sujeto amoroso (y al público).
En el polo opuesto, cargada con la ira frustrada que caracteriza a su generación (esa veintena y treintena súper cualificada que no encuentra trabajos que permitan pagar el alquiler), Claudia Gutiérrez despertó al público con la energía de su denuncia.
La Poesía más gutural, la que se disfraza con mil metáforas para desvelar el interior del poeta, nos la trajeron, a rastras y a regañadientes, Tristán Torrejón y Carmelo Lattassa. Se escondía la muy pilla en nuestra estantería, pero ahí salió a la luz, con composiciones tan potentes como estas.
…de Carmelo Latassa:
Una vez fui joven y tierno
Cantando…
los adjetivos ardían en mis bolsillos
y como guijarros en el río
decían: Bello. Audaz. Poderoso.
La intensidad ocupaba todas las atmósferas,
la sangre tronaba en mi hipotálamo
cargado de existencia…
así dolor… así negación.
y la rabia y el deseo sin destinos ni norte.
…y de Tristán Torrejón:
Los salares y los huérfanos hablan
tu silencio de barco abandonado
palabra por palabra
me [cambio] hasta el hueco
por seguir volviendo a ti
y cuando ya no me queda qué cambiar
me voy llenando de ramaje
Después, ya boquiabiertos, Antonio Diez, otro portento en esto del slam, jugó como siempre hace de forma magistral con la musicalidad de las palabras y de los versos. Título: “¿Sabes lo que ha pasado en Internet?”. Él lo resolvió con cultismos, rompiendo esquemas y carcajadas en toda la sala:
yo lo vi
en streaming
estuve allí
en streaming
hubo sangre
en Internet
se bloquearon y ya
para qué quieres leer a gente que piensa distinto
para qué quieres leer a gente que piensa
para qué quieres leer a gente
para qué quieres leer
para qué quieres
para qué
¡para!
Y así siguió durante los casi tres minutos de rigor. En resumen, “Veni, recitare y vici”, porque consiguió pleno en la primera ronda, erigiéndose como ganador incontestable de la primera ronda: 10+10+10!!
Los finalistas fueron Antonio Díez, Alejandra Martínez de Miguel y Claudia Gutiérrez. Ahora tocaba la segunda ronda, la del jaleómetro más que aplausómetro, pues en esta segunda fase es todo el público el que hace las veces de jurado, y el ganador del Poetry es aquel que consigue mayor número de decibelios.
¿Y quién resultó ganador?
Pues Alejandra Martínez de Miguel: su “Yo de mayor quiero ser el fútbol” hizo mucho, mucho ruido. El podio fue suyo… ¡Vaya cómo recita esta chica! Además, una vez recogido el premio (una preciosa edición de Cuentos y Poemas de Edgar Allan Poe de la editorial Los libros del zorro rojo, nos delicti a modo de propina con su ya conocido
Papichulo, “cállate y déjanos bailar”
¡Pues eso, a bailar y a celebrar una noche formidable que esperamos repetir!