Inauguración de la exposición Canto de sirenas, de Alvar Haro
19 febrero, 2022 @ 7:30 pm – 9:30 pm
Alvar Haro nace en París en 1964 de padres españoles y a partir de 1967 vive en Madrid, pintando desde joven y exponiendo regularmente tanto en salas privadas como institucionales.
Aviso para navegantes
Te aviso lector de estas líneas, visitante de librería, para mitigar tu posible decepción puesto que quien avisa no es traidor, que la biografía de Alvar Haro carece de hitos para una épica literaria. Abandonad pues toda esperanza los que aquí entráis.
Eso sí, su vida está marcada por acontecimientos que tienen algo de revelador o iniciático y posee una intensidad interior de la que apenas da fe su pintura. Los largos viajes que de adolescente ambicionaba según sus modelos Marco Polo, Burton, Kilian, Monod, y otros… los volcó pronto hacia ese universo insondable que todos llevamos dentro.
Un poco de historia
Nos cuenta el pintor que no cree que fuera el sol abrasando sus meninges, ni una voz como la que descabalgó a San Pablo camino de Damasco, sino que lo que pudo producir la revelación quizás fuera el shock profundo al toparse de pronto con una quimera realizada, con la posibilidad de recorrer y tocar las ruinas bien conservadas de un pasado tantas veces vivido en sueños. Como si a un friki de los videojuegos le dices que todo es real. Así, con 17 años, descubre su vocación artística a los pies de la Acrópolis de Atenas un mediodía de agosto durante un largo viaje a Grecia. Durante este viaje también se establece la amistad profunda con su padre, el escultor Juan Haro, que será su faro en el arte y la vida.
En ese momento dio por cerrado su peregrino deseo de ser oceanógrafo, guardabosques en el Canadá perdido, o la tentación pasajera de opositar a farero para recluirse cuan ermitaño. Tampoco Dios le otorgó nunca la fe necesaria para profesar de monje, a ser posible en un monasterio románico, otro sueño inalcanzable. El gusto por los vestigios del pasado y su ambivalente desaparición y presencia también le acercaron a la arqueología y la paleontología. Pero estos destinos profesionales no prosperaron, más que nada por sentirse más próximo al mundo de sugerencias y evocaciones que despiertan esos vestigios que al método científico necesario para estudiarlos.
Alvar Haro posee una personalidad soñadora, a la que no asustan la soledad y el recogimiento, con una relación intensa, como veremos, con el pasado y la memoria.
La memoria
Su viaje en 1992 a los despojos del que fuera Berlín oriental, en busca de las huellas, los ecos y lugares de un pasado familiar de exilios políticos y de una historia europea dramática, le lleva a una pintura de paisajes urbanos e industriales teñidos de asincronía con los tiempos y de un romanticismo incipiente. En esa breve época escucha quizás con excesiva obsesión a Schubert, Shostakovich y Penderecki, lo que amenaza con sumirlo en un mar de tormentas y nostalgia. Pero va definiendo aires que retomará años más tarde.
La primera gran crisis de salud familiar, afortunadamente solventada, disipa esas brumas y le llevan a una pintura de figuras humanas más colorista y formalista, bañada de hedonismo, sin desprenderse de cierto aire nostálgico. Con sus Interiores burgueses empieza a interesarse en los equívocos visuales y en los límites de la representación, culminando con la serie de Voyeurs. En esos años (2004) se inicia, merced al encargo de un comisario clarividente, en el dibujo erótico, venciendo sus prejuicios y desdén por esa faceta del arte. Con esta serie Alvar Haro sucumbe a un furor dibujístico desconocido y liberador que tiene mucho de catarsis y de exploración de sí mismo, sin que se sepa todavía hoy cuan negro o blanco es ese lado suyo oculto en proceso de exploración pues, efectivamente, sigue practicando el dibujo erótico con recurrencia y fogosidad, sin sentir que agota el tema ni la necesaria pulsión erótica que lo sustenta.
El bosque
En 2008, una convulsión por acontecimientos familiares traumáticos le impone, como una necesidad insoslayable y quizás sanadora, el tema de los grandes bosques. Una vuelta a la Naturaleza como refugio moral, bálsamo de espíritus atribulados.
No es su única coincidencia con postulados del Romanticismo. Los bosques son eminentemente nocturnos, cargados de misterio, animados por figuras a menudo en escorzo cuyo comportamiento no acertamos a ver con claridad. Troncos, ramas y brazos se complementan en juegos espaciales cargados de equívocos visuales, continuadores de una tradición que comienza en el Renacimiento y se extrema con el Surrealismo. También hay en esas figuras entrevistas algo del celo del artista por no develar del todo su intimidad, y la esperanza de detener más tiempo la mirada fugaz del espectador contemporáneo.
Esa fusión que se da entre los hombres y los árboles, como elementos de una misma pasta constitutiva, le lleva a trabajar en paralelo en series de paisajes y vastos cielos (otra conexión con el Romanticismo pero sin buscar tanto lo sublime) o firmamentos nocturnos. En esta serie celestial se subrayan tanto el sincretismo de todo lo viviente y lo inerte, mismo polvo cósmico y poco más, como el destino de disolución perpetua del que formamos parte.
Todo ello no lo hace el pintor con nihilismo sino con respeto por nuestra integridad anímica y posible tendencia al abatimiento, al servirnos el color, sobre todo el azul, como si fuera una joya.
Lecciones de vida
Su experiencia de once años como cuidador de su madre aquejada de Alzhéimer, según reconoce el propio Alvar Haro, la experiencia más importante de su vida a la que agradece lecciones impagables de vida.
En definitiva, la fusión material y espiritual de los seres y el cosmos, su recorrido existencial, tiene mucha relación con los temas que ya acariciara de joven, como son la desubicación, el paso del tiempo y la memoria.
Así como el dibujo erótico le encaró a sus íntimas obsesiones —y puede que del ser humano en general, los paisajes y cielos nocturnos son intentos de expresar la curiosidad por el origen y destino de todo lo que existe, por su sentido.
En esta muestra de la Cafebrería ad hoc hay ejemplos de todo ello y de diversos años.
Se muestra también en la planta superior una pequeña selección de su extensa serie sobre Trieste.