Alvar Haro y la serie Trieste
TRIESTE:
Esta serie se inició en 2014 para el proyecto Ciudades literarias del comisario Fernando Castillo, que movió a Alvar Haro a investigar sobre la literatura e historia de esa ciudad del norte de Italia. Produjo más de medio centenar de cuadros sobre Trieste, las implicaciones morales y artísticas de su fértil tradición literaria, con un cierto tono de ironía o humor. Trieste, ciudad fronteriza con Croacia, codiciada por unos y otros, pasando de mano en mano, único puerto mediterráneo del imperio austrohúngaro, lugar sin definición como dijera Magris, otro insigne triestino. Italo Svevo, Scipio Slataper, Rilke, Ungaretti, Umberto Saba, Joyce, Claudio Magris, Marisa Madieri… son algunos de los nombres universales vinculados a esa ciudad.
Escritores:
Rilke escribió sus famosas Elegías en el castillo del Duino, en las afueras de Trieste.
El pintor ha imaginado las vistas desde su ventana, con un azul que evoca la hora azul de Rimbaud.
Joyce y Nora se establecieron largos años en Trieste. Allí tuvieron a sus hijos Giorgio y Lucia y en su casa y en su correspondencia intrafamiliar siempre se usaría el italiano, sobre todo con Lucía, antes de sucumbir a la demencia.
Joyce compaginó la escritura con la enseñanza de inglés en la academia Berlitz, entabló gran amistad con uno de sus alumnos, Italo Svevo, y allí escribió Dublineses y otras grandes obras.
Sigmund Freud hizo allí, como ciudadano del imperio austrohúngaro, su tesis doctoral de medicina, sobre… el sexo de las anguilas. Buscó incansablemente, pero no encontró los órganos sexuales del macho de la anguila. Seguramente porque diseccionaba a los ejemplares más grandes, cuando en esa especie son las hembras las de mayor tamaño. Su carrera en el mundo de la medicina y del sexo empezó con un sonoro fracaso.
Alvar Haro ironiza sobre una imposible comida veraniega a orillas del Duino con todos estos grandes hombres tostándose al sol: el atildado Slataper con su sombrero canotier, Magris, con bañador retro años setenta y algo barrigudo (como profesor de filología germánica y escritor de café debe amar la cerveza), Svevo ya calvo, Joyce con su parche y un pelo irlandés, Rilke achicharrado como una gamba y Freud con sus anguilas.
Asimismo nos presenta el pintor una serie de fiestas en una supuesta casa de Freud en Trieste, en las que se mezclan las ganas de jolgorio del joven becario y la necesidad de tratamiento de las neurosis de escritores y artistas. Son fiestas mientras se espera el tratamiento en el diván de Freud, ocupado siempre por una persona insignificante, como los personajes de Woody Allen. El espacio del apartamento evoca, ora las casas señoriales italianas, ora la funcionalidad del siglo XX, y repleto de humo, como correspondía los antros en los que se intoxicaban los intelectuales.
Miramare:
En el siglo XIX el archiduque Maximiliano construyó en las afueras, antes de llegar al Duino, un palacete para su mujer Carlota llamado Miramare, algo parecido a una tarta arquitectónica de dudoso gusto pero lugar muy visitado hoy por los turistas, en el que Carlota se encerró durante años tras el fusilamiento de su marido en México, acontecimiento pintado por Manet. La pintura de Alvar Haro nos representa el palacete en una hora incierta u hora azul, previa a una posible gala nostálgica con aromas de decadencia.
Escritores de Trieste en busca de una idea de Trieste
Forma parte de un conjunto de obras irónicas en las que con el fondo del castillo Miramare, dispersos personajes parecen deambular desorientados y ensimismados.
Parafraseando el título de la obra de Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor, Alvar Haro nos pone aquí a los escritores en busca deuna definición de lo que pudiera ser Trieste, un lugar que, según Magris, carece de definición posible. Los escritores de este cuadro, trajeados e importantes, se enfrentan a un imposible, como es en realidad todo proyecto artístico.
Conteverde:
Trieste durante años tuvo la primacía europea de los viajes trasatlánticos. Las grandes navieras como la mítica LLoyd Triestina tenían allí su sede.
Investigando salió a relucir el barco Conteverde, que en 1930 llevó a varias selecciones europeas de fútbol al mundial de Uruguay. Durante la travesía los deportistas corrían por la cubierta, hay constancia fotográfica de ello. Posteriormente el barco pasaría a surcar el Índico, luego a la flota japonesa y sería finalmente hundido en el pacífico por Estados Unido en la Segunda Guerra Mundial.
El cuadro Conteverde hace mención a esa historia y es un homenaje tanto a los sueños que propició como a toda la maravillosa cartelería que se desarrolló alrededor en la primera mitad del siglo XX.
Trieste tiene un viento terrible que viene del Este, llamado Bora que obliga a poner cuerdas en las calles para que la gente pueda sujetarse y que congela hasta las banderas. Hay también un cercano paisaje montañoso cárstico llamado Carso que da título al libro de Slataper. Está llena de cafés y famosas librerías.